Esta noche en el Baile – Francisco Croissier
No puedo hablar de Francisco Croissier sin contar la historia, por entrañable y querida, nada objetiva, de cómo le conocí y como desde entonces ha transitado con el baluarte de mi amistad incluso en momentos de silencio que en alguna ocasión fueron largos.
Corrían el año 1.977, es decir hace 31 años. Me había tocado hacer el entonces servicio militar obligatorio en la isla de Tenerife. Eran tiempos de gran agitación a todos los niveles, fervor contracultural, en Madrid eran los momentos del rock urbano y explosión cultural, el resurgir de los ateneos libertarios - anterior a la contrarreforma llamada “movida” cuyo éxito se basó en la inicua superficialidad que sentó las bases de la nueva desculturalización social – salvo honrosas excepciones - en muchos de sus aspectos, elevando a los altares la adoración a la intranscendencia mientras la periferia - a excepción de Barcelona que siempre fue lugar aventajado en lo cultural y en otros aspectos - empezaban a despertarse de su letargo y a renovar la cultura de una forma descentralizada, sin dependencias de la capital del reino; la lucha por las autonomías y la objeción militar. El teatro, la música, la literatura estaban en los barrios obreros y sus calle como no recuerdo en mi vida, en la calle de donde la había hecho desaparecer la dictadura.
Era en S/C. la época de
EL BOBO DE
Nació
y un g
lo hizo aspaviento.
La vida quería hacerlo un hombre
y lo besó en la frente
demasiado pronto.
Le dejó el corazón
Latiendo en una noche
que encendieron de g
en un sueño de espejos negros,
de enfermeras de cristal,
de lástimas
y silencios.
Por eso cuando camina
parece que no sabe,
que no le enseñaron nunca.
Y cuando habla
hasta le sale espuma de la boca.
Se baba, dice la gente,
pero son las olas,
la alegría del mar
que quiere salir
y no da con la puerta.
Y las palabras no se las coges,
salen empapadas y no se oyen,
caen,
ruedan por el suelo
y se deshacen.
Son como los cristalitos
que tiene la sal
cuando las aguas desvelan su misterio.
Por eso, a veces, va y se enfada,
se le llena el cuerpo de rabia
y a la cara se le pone
el gesto viejo de los garbanzos.
Un odio antiguo
le pasa volando por encima
y se le revuelve y salta
todo el mar que lleva por dentro,
todos los insultos
se le estampan y rompen
contra la niña de los ojos
y se le rebosan las lágrimas.
Y son mareas,
marejadas grises,
olas y más olas grandes
las que salen llenas de peces.
de algas,
de sirenas abrazadas
a los marineros muertos
y a los naufragios.
Y parece que se rompe,
que se le va a estrellar el corazón,
que se le sale hasta el alma
por esos gritos,
por ese lamento agudo
por donde hablan de golpe
todas las criaturas del agua.
Pero aunque parezca mentira
a toda esa tormenta,
a toda esa hora amarga
no le hace falta
nada más que un beso,
un abrazo
o un caramelo
para que todo se haga calma,
cariño,
risa que todo lo espanta
y lo contagia.
Y entonces
por mucho que tú le digas
el se ríe y no te oye.
Para él eres un eco,
un sonido que salió y se quedó callado,
un tumtum en la puerta
que guardan las casa vacías
cuando no quiere haber nadie.
Y da lo mismo que te quedes hablando solo,
él, como si no estuviera.
Se pierde dentro del tic-tac antiguo
que dicen los relojes
a la vida pacifica de las piedras.
Se escapa en el silbido sordo y amarillo
de las pencas y los perenquenes.
Y se va
subido a las alas de azúcar
de las nubes y del aire.
Se va pallá
por los huecos que deja el viento
donde viven los corazones encantados,
a donde vuelan los pájaros
que le brincan dentro del pecho.
Se marcha a buscar lo que le traen las flores
y los reventones rojos
por las abejas y por abril.
Un alma tan grande.
tan blanca
y no lo sabe nadie.
Ni él mismo sabe que es un verso,
un verso largo y precioso de dos palabras,
como un suspiro de deseo
como un día azul
lleno de dichas y de niños,
encendido,
como una tarde grande,
apacible,
como un beso
lleno de bocas tiernas,
de labios,
de amores limpios,
dulces, pintados
de promesas
y secretos.
Pero nadie se da cuenta,
ni él mismo.
Y todo lo que puedas decirle,
todo lo que puedas llamarlo
y hacerle
es como un corro de angelitos chicos
que se ponen a mirarlo.
Entonces,
a veces,
él va y les canta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario