LA INMENSIDAD del mar en los ojos,
en las manos
el equipaje del dolor,
la tristeza entre las uñas.
Riegan las mejillas adheridas olas
del Estrecho de la Muerte.
¿Vale la pena,
vale la pena sacrificarlo todo,
dejar tiras de piel
en un fajo de billetes,
una supervivencia indefinida
en una cultura extraña,
sobrevivir en la sombra sin ser,
acabar convertido en marisma?
¿Vale la pena los pequeños
que duermen junto a los corales?
Muy desesperada tiene que ser la existencia
para ver tanto vacío entre las pupilas.
Muy sin salida ha de ser la vida
para pagar por morir,
por no llegar
o ser devuelto a la inexistencia
una y otra vez incansablemente;
acabar con una manta en las manos,
una figurilla de a 100,
una navaja,
un prostíbulo
que ya no te quitaras de encima;
un campo de concentración
donde duermen hacinados los recuerdos de la mujer,
de los hijos, los padres,
porque…“es lo que hay”.
Tienen que doler mucho los días,
las arenosas raíces
para busca la vida
en una nauseabunda sociedad enferma
llena de nada.
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