Cuando la nada cae
la noche a penas te cubre las espaldas
y el silencio
es como la humedad
que se pega a los huesos,
las estrellas se ocultan
y todo es cielo raso.
No nace el sueño
y la vigilia
se convierte en un largo devenir
de sombras que creíste enterradas
en un pasado incierto
que no deseas recordar,
en un making-off de película en blanco y negro
donde la sonrisa rallada de Borgat
no anuncia nada bueno
cunado Sam vuelve a encaramarse al piano.
Y los minutos pasan
como puñaladas sobre un reloj plano
que solo marca distancias.
Es el dolor de la impotencia,
del alma encadenada de futuros vacíos,
de deseos de no despertares,
de renaceres que no llegan
porque ya es tanta la lejanía del universo
que encestarías
muchas vidas para acercarte un poquito.
Cuando ni las sonrisas de la Estrella Polar
calman un plomizo corazón
que solo bombea sangre desesperada,
nada más;
letargos de inexistencia.
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