MIGUEL de autobús clandestino,
de libro sin portada;
adolescencia.
Miguel de despertares,
de aprendizajes;
primeros ripios
a la luz de una luna nueva.
Miguel toro,
maestro,
luz en una oscuridad de cárceles.
Miguel de amores perdidos
al comienzo de la vida
en raídas butacas de cine de barrio;
de amores ganados
en tiempos de descuento
de vástago de potitos
sin zumo de cebolla.
Miguel de "pena con pena y pena"
desayunado
bajo el cielo escarpado
de éste Madrid lleno de rabia,
lluvioso de intelectualoides provincianos
que se miran el ombligo
como tú mirabas la muerte;
creadores de entrepierna
aspirantes a la Real Academia.
Miguel que me acompaña
"cuando el hombre acecha"
porque soy hijo de la tiniebla;
refugio
cuando "me duele hasta el aliento"
Miguel, siempre Miguel,
desde viejo prematuro
a niño enamorado
hasta que me despida del mismo sol y otros trigos,
siempre
"compañero del alma, compañero".
A Miguel Hernandez
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