Lágrimas ácidas
Días de encarcelamiento angustioso
marcados por un neumococo caprichoso
alojado en tus pequeñitas ramificaciones
pulmonares,
nueve los aguijonazos de hoy tatuados
en tus muñecas y bracitos,
hematomas y desgarros dejan a su paso
las lágrimas ácidas que vierten mis ojos
cuerpo adentro,
tu estentórea llamada pesa en mi alma
a golpe de hachazo
clavada en un pasillo frente a la sala de enfermería
donde insensibles a tus gritos
las ATS acostumbradas al dolor infantil
ni siquiera levantan la vista de sus tareas,
en la espera soy un fetiche de vudú
manipulada al antojo del sin sentido
convertida en un espectro anodino e
inútil a tus reclamos,
me arrancaría los tímpanos
cegaría mis ojos enajenados
escaparía corriendo de allí
pero mis pies se han hecho cemento
desmembrados del resto del cuerpo
tras un absceso de pánico,
y tú pequeño rostro congestionado por
el berrinche soberano dibujado de disgusto
regresa a mí, y me abrazas con toda la fuerza
que tu aliento te consiente,
cuando recuperas el sosiego
te conviertes en mi pequeña nube
de algodón de caramelo
y te paseas por la habitación 414 con
un gorro amarillo de piscina en la cabeza y un
tapón del lavabo haciendo las veces de tu
cocoliso,
No hay peor dolor en el mundo que
ser mero espectador del sufrimiento
de un hijo, y aunque en breve será un
débil recuerdo para mi nube de caramelo
durante los meses venideros
estos momentos serán el paranoico
acosador de mis temores.
(Procedencia del poema: Poemario “Cosas que nunca te diré” editado por Groenlandia Ediciones)
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