Temo parir un pez naranja
Insulto y grito.
Luego,
despierta,
pienso que a veces resulto demasiado complaciente,
una buena niña.
Otros ratos parezco
un gato recién escaldado.
Temo parir un pez naranja
sin darme cuenta,
que se me escurra entre los muslos
y muera boqueando mientras duermo.
No voy a tener más hijos
los dos que tengo ya llevan piercings
y yo estoy muy cansada para más pujos.
El tiempo está torcido,
hay que clavar los marcos de algunas ventanas
para que no se inunde el cuarto
lleno de cachos de seres amados
haciéndome caricias,
que no salgan flotando inertes o se ahoguen los besos.
Tal vez
no siempre
todo va bien.
Tal vez
no es tan necesario.
Hay ciertos miembros sangrantes,
asuntos sin sellar que piden remate a gritos
-sutura o cauterización-,
tendré que hacer algo al respecto
en cuanto tenga ánimos.
Mientras tanto, escupo,
sin querer,
sin pensar,
salpico,
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