A VECES intento salir,
el trabajo no cuenta, he de vivir;
miro y me agarro al marco de la puerta
dudando en dar un solo paso más.
Las escaleras un infierno,
el portal la frontera al más allá;
me arriesgo cerrando los ojos de la mente y decido recibir la bofetada del exterior.
Busco en el vagón del Metro
un espacio vació,
pero hoy no es mi día;
me sube la taquicardia,
¡que difícil es volver a la vida!.
Presentación de un libro:
¡dios, personas desconocidas
a las que no volveré a ver,
con las que tengo que convivir
cinco o seis birras
mientras escucho unos poemas
de alguna persona
para la que solo seré un bulto más
entre la multitud.
Y me pierdo
entre las calles oscuras del alma
donde no hay luces ni bambalinas,
solo opresión
de un acelerador
de un querer irte/quedar
en un mundo que solo es prestado
por unas horas
sin posibilidad de continuidad,
porque lo único que existe
son las cuatro paredes que te as forjado, y que, a costa de tantos años
ya ni tu sabes como romper;
darte cuenta, como los galos, que el cielo se te cae encima.
No hay comentarios:
Publicar un comentario